¡Qué fragante la caricia del sol sobre mi cuerpo serrano!
Las estrellas danzan para tu deleite,
me guían en mi camino diario.
Las sonrosadas nubes de Oriente, penetran en el firmamento estelar.
Respiro en tus pulmones, bailo en tus pies, acaricio dulcemente tus pensamientos.
Tus ojos son dos centellas, que acuden al sonido del silencio.
Tengo sed de ti, anhelo poseerte, disfruto de tus huellas en la arena.
Soy el mar que baña tu cuerpo.
Eres el resumen de mis cualidades.
Te quiero, etérea estrella dulce de queso, habitante de nuestro universo.
Armando Ibáñez.
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